Keep walking...
-Compadre, tráigame otro.
El ir y venir de la gente por mi lado me provoca náuseas. No por lo mareado que estoy, sino que por la forma en que me miran. La música me marea. El weon del fondo me mira cada 10 minutos. Con asco, con interés y con miedo. El terno que llevo puesto lo hace pensar que soy como él y no un borracho más. Le aterra pensar que puede llegar a ser como yo, y a la vez le intriga saber qué me tiene así. Las luces me marean.
Mi mano hierve y el hielo en el vaso desaparece tan rápido como el tipo que sin mirar se sentó a mi lado. Escapó sin siquiera pensar que no queda otro puesto en el bar. Estar sentado junto al borracho no le hubiese ayudado con la mina que está mirando desde que entró. El humo me marea.
La mina de la esquina me mira con cara de caliente. La aceituna en el centro de su trago baila con el ir y venir de la copa. Escurridiza intenta entrar por sus sensuales labios, pero sin mayores resultados. Cada cierto rato me mira de reojo. Se nota interesada, pero no se atreve a avanzar. Soy un borracho de terno. Probablemente un mal padre, infiel e incluso maltratador. El olor me marea.
- Flaco, otro más.
El grupo de pendejos a mi lado lleva más de veinte minutos riéndose. Unas cuantas botellas de cerveza adornan su mesa. El humo de los pitos aún se siente y las miradas van y vienen. Sólo una que otra mujer logra desviar su vista de mí. Aún no pueden ponerse de acuerdo en quién de ellos va a terminar como yo, sólo saben que si siguen tomando así probablemente ni siquiera lleguen a mi edad. El cantinero me marea.
Están tomados de las manos, pero no se miran. La pareja del frente ni siquiera conversa. Verlos solos en un bar y con anillos me hace pensar que se casaron hace poco. Ambos están llenos de ilusiones, pero las dudas los aquejan. Ella me mira y piensa si su marido podría terminar como yo. Una situación así destruiría el matrimonio. Él entiende que no puede ser como yo. Piensa en mi familia y mira a su mujer. No podría hacerle eso. El amor me marea.
Socio, el último que me aburrí.
Me llevó el último trago a la boca, mientras miro a mi alrededor. Mi terno se manchó y no me queda plata para el taxi, pero igual me río. Me miran y me vuelvo a reír, esta vez más fuerte. Me río y sin culpa. Nadie entiende que sólo tomo para ver sus estúpidas vidas. Nadie entiende que la razón para estar así no viene de mí, sino de ellos. Nadie entiende que disfruto viendo como creen ser más que el resto. Nadie entiende que pasar por el lado y pensar en cómo no quieres ser es el camino más fácil. Nadie entiende que acercarse y preguntar ¿qué pasa socio? no es tan difícil. Nadie entiende que ver el vaso medio lleno puede ser una alternativa, así al menos no se ve hacia el otro lado. Me marean.